El placer es una de las cuatro emociones básicas y lo podemos sentir realmente o ser anticipatorio.
Observamos al respecto tres posibles reacciones y os voy a explicar las soluciones que podéis llevar a cabo:
- La primera es cuando reprimimos el placer por sentimientos de culpa. Cuando piensas que probar el placer es un pecado y que por tanto no te lo puedes conceder. La prescripción sería buscar un espacio controlado en el que pudieras concederte ese placer para disfrutarlo sin perder el control.
En el caso en el que se tenga placer a modo de altruismo perverso, en el que el placer de sacrificarse nos proporciona placer de ver que los demás están bien, a esto lo llamaríamos un egoísmo insano el cual provoca una dependencia.
La prescripción en este caso iría dirigida a responsabilizar al otro y facilitar así su emancipación.
- En el segundo caso es cuando reprimimos el placer por miedo. Temo los efectos de concederme ese placer y por tanto, no me lo concedo. Está solución intentada hace que la persona experimente precisamente todo lo contrario, qué es un deseo desmedido.
La prescripción sería qué pensaras o evocaras lo peor que puede ocurrir si te lo concedes. Es un ejercicio que se puede llevar a cabo de forma diaria durante unos 15 minutos encontrando un espacio en el que estés tranquilo y dedicar esos 15 minutos a pensar lo peor que podría ocurrir si te concedieras ese placer.
- La tercera es cuando nos concedemos el placer de una forma total. Esto lo que provoca es que la tensión del placer anule todo lo demás, y aquí preescribiríamos lo mismo que en la primera opción; un espacio controlado para concederte ese placer y disfrutarlo sin perder el control.