El miedo representa la sensación más primitiva y la única que cuando supera un determinado umbral anula todas las demás.
Tanto si el miedo es específico como generalizado, las tres soluciones intentadas que vemos en los pacientes son:
1.- El intento de control que luego paradójicamente lo hace perder. Se concreta en el intento que realiza la persona para controlar las sensaciones físicas que su cuerpo manifiesta en situaciones de terror. La persona se aterroriza y su cuerpo empieza a hiperventilar por lo que aumenta el latido cardíaco, la respiración, la sudoración que puede causar sensaciones de vértigo. Si estás sensaciones se pasan por alto, en pocos minutos la persona se regulariza; pero si la persona las intenta combatir oponiéndose, intentando calmarse, relajarse y controlar su cuerpo de forma voluntaria, le ocurrirá lo mismo que a quién intenta detener un tsunami, se verá completamente arrollado.
2.- La evitación. Evitar la situación temida para sentirse a salvo incrementa el sentimiento de incapacidad.
3.- La petición de ayuda para hacer frente a las situaciones temidas. Esta solución lleva implícitos 2 mensajes.
Por un lado, te quiero, estoy contigo; por lo que sientes que estar mal es útil.
Y por el otro lado el mensaje que recibes es: no eres capaz, lo que aumenta la sensación de incapacidad.
En este caso la prescripción que ofrecemos es la peor fantasía, se trata de pensar voluntariamente en las peores fantasías respecto a los propios miedos y sumergirse en ellos.