Aprender conlleva a fracasar muchas veces y a levantarse otras tantas.
No podemos prometerles a nuestros hijos un mundo de fantasía en el que no haya responsabilidades, ni metas en las que ya no haya que esforzarse.
Los obstáculos existen y siempre tendremos que hacer cosas que no nos gustan.
No podemos anclarnos en la queja y tener una vida feliz.
No siempre se puede hacer lo que se quiera o lo que a uno le guste. En la vida nos van a ocurrir imprevistos que no nos van a gustar, pero que tendremos que afrontar.
Cuando nuestro hijo se niegue a cumplir con alguna obligación podemos hacer 3 cosas:
- La primera sería describir los motivos por los que le toca hacerlo.
- La segunda sería insistir en que no siempre hacemos lo que nos gusta
- La tercera es no ceder. Recordarnos que estamos educando a nuestros hijos para que sepan plantarle cara a los retos y obstáculos que se van a encontrar.
No les evitéis las dificultades de la vida, hay que enseñarles más bien a superarlas.
Si a un niño le damos lo que pide desde que es pequeño se convertirá en un adulto que no entenderá porque no consigue todo lo que quiere o se propone; eso conllevará frustración, insatisfacción e infelicidad. El malestar que sentirá cuando de mayor no le den la palmadita en la espalda será tremendo.
Ante la frustración existe la opción de ser capaz de reconocer las limitaciones propias y reinventarse para superarse.
Cumplir todos los deseos de los niños se traduce en negarles la realidad.
La resiliencia es la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas y es una de las mejores habilidades que podemos enseñar y potenciar en nuestros hijos.