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TEA vs Transtorno de la Personalidad Evitativo en Adultos

Cuando un adulto viene a mi consulta para realizar un diagnóstico clínico, el mayor problema es estar convencido de cumplir con unos criterios y dar prácticamente por hecho que lo que cree es lo que le ocurre y muchas veces se equivocan.

Os voy a explicar las diferencias que observo entre un TEA y un TP Evitativo.

Adultos con Transtorno de Espectro Autista

Un adulto con un TEA normalmente se agobia estando con más de dos personas a la vez. Muchos estímulos sensoriales le pueden sobresaturar y cuando esto ocurre tienen una necesidad imperiosa de salir de ahí para poder autoregularse. Pueden estar presentes físicamente en la conversación, pero abstraerse hasta el punto de no saber de qué se está hablando si el tema no les genera el suficiente interés.

Otros adultos con TEA pueden sentir la necesidad de interactuar con otras personas, pero no tienen las habilidades sociales para poderlo llevar a cabo, a pesar de ser hiperempáticos.

Adultos con Transtorno de la Personalidad Evitativo

El adulto con un TP evitativo cumple los siguientes criterios:

  • Evita las actividades laborales que implican un contacto interpersonal significativo por miedo a la crítica o al rechazo.
  • Se muestra poco dispuesto a establecer relación con los demás, a no ser que esté seguro de ser apreciado. No establece relaciones con otros si no siente que lo aprecian.
  • Se muestra retraído en las relaciones estrechas porque teme que lo avergüencen o ridiculicen.
  • Le preocupa ser criticado o rechazado en situaciones sociales. Hay temor a la crítica.
  • Se muestra inhibido en nuevas situaciones interpersonales debido al sentimiento de falta de adaptación.
  • Se ve a sí mismo como socialmente inepto, con poco atractivo personal o inferior a los demás.
  • Y se muestra extremadamente reacio a asumir riesgos personales o a implicarse en nuevas actividades porque le pueden resultar embarazosas.

Diferencias

La diferencia notable entre unos y otros es el temor al juicio externo, a la desaprobación, a la vergüenza, a una propia infravaloración y al sentimiento de incapacidad e ineptitud para afrontar nuevos retos.

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