Un niño de 2 años debería de desvestirse solo.
Un niño de 3 años debería de vestirse con ayuda
Y un niño de 4 años debería de vestirse solo.
Lo más habitual es que los padres ayuden a sus hijos a vestirse durante demasiados años 6, 7 incluso 8 años.
Antiguamente en las familias numerosas no era extraño que el niño de 5 años se vistiera solo, que después ayudase a hacerlo al de 2, que el de ocho preparase el desayuno y que el de 10 hiciera los bocadillos para los cuatro.
Hoy en día esto es prácticamente impensable y no porque no sean capaces, sino porque están sobreprotegidos y nos olvidamos del importante objetivo de su autonomía cambiándolo por el de no llegar tarde al colegio. Sin duda la puntualidad es importante, pero para ello deberemos enseñarles a gestionar el tiempo.
Algunas pautas serían las siguientes:
- Levantarse 15 minutos antes en muchos casos será imprescindible para poder cumplir el objetivo. Levantarse con el tiempo justo genera un estrés que la verdad nos podemos ahorrar.
- Preparar la ropa del día siguiente por la noche aprendiendo a escoger con alternativas razonables es otra opción. Para ello podremos ofrecerles dos opciones que previamente habremos escogido nosotros, de esta forma le ayudaremos a escoger entre dos opciones razonables en las que ellos escogerán según sus gustos enseñándoles de esta forma a tomar decisiones.
- Otra sería la técnica de ir al cole en pijama. Está consiste en que si el niño no se ha vestido en el tiempo propuesto no pasa nada, irá tal cual esté. Algunos padres piensan que esto les pondría en evidencia, pero nada más lejos de la realidad. Si un padre es capaz de observar sin intervenir cuando su hijo tiene una pataleta en público o de llevarle en pijama al colegio, ese padre tiene muy claro cuál es su objetivo ayudándole en el primer caso a gestionar su frustración y en el segundo a su autonomía de vestirse solo.
- Otra de las técnicas sería ayudar a los hijos a gestionar el tiempo. Podéis hacer con ellos una manualidad interesante, por ejemplo crear un reloj con cartulina marcando los espacios en los que tiene que vestirse, desayunar, ducharse, etcétera y luego con un reloj de manillas enseñarles cuanto tiempo tienen para cada acción.
- La última pauta sería la del refuerzo positivo, pero no en exceso. Cuando se refuerza a un niño por todo, deja de tener el efecto deseado. Si un niño recibe constantemente felicitaciones podría llegar a esforzarse menos al comprobar que aunque no lleve a cabo la tarea propuesta de una manera correcta, el resultado es que se le alaba de todos modos.
Libro: ¿cuántas veces te lo tengo que decir? Maribel Martínez.