La escritura implica un proceso de carácter práxico, que lleva a cabo el paciente cuando realiza el trazado de los signos.
Este proceso es el que realmente se encuentra afectado en un paciente con disgrafía.
De un modo genérico podemos definir la disgrafía como: una alteración del aprendizaje de la escritura que aparece en los niños en edad escolar y que no está causada por una lesión cerebral o por problemas sensoriales, sino posiblemente por supuestas alteraciones funcionales que afectan a la calidad de la escritura del sujeto y a su sintaxis.
Es preciso tener en cuenta una serie de condiciones para poder realizar este diagnóstico:
- En primer lugar, el niño debe tener una capacidad intelectual dentro de los límites de la normalidad.
- En segundo lugar, debe descartarse un daño sensorio-motriz que pueda condicionar la calidad de la escritura.
- En tercer lugar, debe haber existido una adecuada estimulación cultural y pedagógica.
- En cuarto lugar, deben excluirse trastornos neurológicos graves incluido sobre todo los que afecten al componente motor.
En la disgrafía contemplamos dos tipos de clasificaciones.
1.- Esta primera utiliza criterios sintomáticos. Se pueden distinguir dos subtipos fundamentales:
- Una de tipo disléxico, en que se enfatizan los errores de contenido. Este parece reflejar más los problemas de tipo disortográfico que los propiamente disgráficos.
- Otro de tipo motor o caligráfica que conlleva errores que afectan a los aspectos de forma y trazado de la escritura.
2.- En relación con la segunda forma de clasificación se puede diferenciar entre:
- Disgrafía evolutiva o primaria. Esta hace referencia a cuando el trastorno más importante que presenta el niño es la letra defectuosa, sobre la base de causas de tipo funcional o madurativo.
- Disgrafía sintomática o secundaria. Estaría condicionada por un factor caracterial, pedagógico, neurológico o sensorial y que, generalmente, en este tipo de disgrafía la mala letra solo obedece a la alteración de factores de índole psicomotriz.